A su regreso de París en 1880, el joven Gastón J. Víves había abrevado mucho conocimiento acerca de los moluscos bivalvos.
Por ello se aficionó al buceo, actividad que se encontraba en sus inicios con el uso de nuevas técnicas de exploración submarina.
Consolidó amistad con buzos y pescadores ribereños de la localidad, lo que le llevó a investigar en todas las islas sudcalifornianas,
observando de manera directa los sitios donde otrora hubo ricos bancos perleros. Víves sumó sus conocimientos teóricos y científicos
al empirismo de sus amigos pescadores, siempre buscando con su espíritu emprendedor de cultivar y explotar las perlas a gran
escala.
Para 1890 se asoció con su hermano Edmond y registraron ante la Secretaría de Fomento su primera empresa
que denominaron “Compañía Perlífera del Mar de Cortez”, a la que se concesionó un amplio espacio entre los paralelos
24° y 29° del Golfo de California. Su apoderado jurídico fue Adolfo Schirabe y la concesión la obtuvieron por el traspaso
que les hiciera Eugenio J. Cañas.
El 6 de noviembre de 1893 Víves seguía dedicado al buceo y la extracción de concha perla y de caracoles burros, según
consta en la licencia expedida por la Aduana Marítima
de La Paz.
Ya para el año de 1894 esa instancia gubernamental expide tres licencias para la extracción de perla, una a nombre
de Antonio Ruffo, otra para Gastón J. Víves y la otra a la “Compañía Perlífera de Baja California”, que ya desde
1884 se venía dedicando a la explotación del molusco y fue la empresa que extrajo mayor volumen de perlas, porque su contrato
de autorización ante la Secretaría de Fomento
amparaba toda la costa del Pacífico, desde la desembocadura del río Colorado en el estado de California, pasando por Cabo
San Lucas, al puerto de Mazatlán hasta la barra del Suchiate en Chiapas, lo que incluía la zona territorial de las Islas Marías.
Se excluía sólo a las islas San José, Cerralvo y Espíritu Santo, concesionadas en arrendamiento a Antonio Ruffo, quien para
ese entonces ya se había asociado con el señor Víves.
La “Compañía Perlífera de Baja California” llegó a tener más de 500 empleados, contaba con 70 buzos abastecidos
de traje y maquinaria suficiente para su despliegue inmediato, además hay que recordar que el buceo se hacía con escafandra
y el oxígeno se bombeaba manualmente desde la superficie, lo que lo hacía una actividad costosa y complicada. Además tenía
un vasto almacén en donde acumulaban miles de toneladas de concha nácar que era exportada a Europa.
Es interesante la historia de esta compañía que se distinguió por practicar
una enorme depredación del lecho marino. En 1900 los derechos de la misma fueron
adquiridos y transferidos a inversionistas ingleses que le cambiaron la razón social a “The Mangara Exploration Company
L.T.D.”, que sólo trajo condiciones sociales y económicas desfavorables para los trabajadores sudcalifornianos así como
para la región, porque la derrama económica sólo se circunscribió al pago de miserables sueldos y a la imposición de condiciones
deplorables y duras de trabajo.
“The Mangara Exploration Company L.T.D.”, es recordada por su gran depredación y el caso omiso a la reglamentación
pesquera de la época, llegando en muchas ocasiones a dinamitar el lecho marino causando enorme destrucción y mortandad de
especies. Por ello en 1911 al triunfo de la revolución mexicana uno de los primeros requerimientos de los sudcalifornianos
al nuevo gobierno fue la revocación total y absoluta de la concesión a “The Mangara”, además de liberar la explotación
del rico recurso de los mares mexicanos que estaba prohibido a los pescadores y buzos libres de la región.
Otro factor imperante en la época fue agotamiento de los principales bancos perleros en el mundo por la sobreexplotación
que se llegó a palpar a finales del siglo XIX y principios del XX. Los mares locales no fueron la excepción además de que
en 1870, hacía falta una reglamentación más adecuada que nunca concretó, debido a que la vigilancia de los mantos perleros
implicaba para el gobierno un oneroso despliegue de recursos.
A pesar de lo anterior, Gastón J. Víves pensó en que era factible el desarrollo y explotación del cultivo de ostras
de madreperla en ciertas zonas de los mares sudcalifornianos. Por eso basado en sus conocimientos científicos y en el empirismo
de sus amigos pescadores y buzos, inició el repoblamiento de los bancos de ostras. Así fue como construyó el emporio perlero
más importante del que se tenga memoria en Baja California Sur.
El 25 de agosto de 1904 se funda oficialmente ante notario la “Compañía Criadora de Concha y Perla de Baja California,
S.A.”, (CCCP) en cuya acta constitutiva firman como socios Gastón y Edmond Víves, Dr. Manuel Hidalgo, Antonio Ruffo,
Francisco A. González y el Lic. Eugenio Sánchez Laurel, que conforman una sociedad mercantil para durar 30 años, lapso dividido
en tres períodos sociales de 10 años.
El capital social de la CCCP fue de 300 mil pesos. La
concesión de la isla Espíritu Santo estaba a nombre de Víves y se valuó en 150 mil pesos, además aportó toda la tecnología
creada por él para el proceso de cultivo y siembra de ostras de madreperla. Llama la atención que su salario mensual como
director de la compañía era de 300 pesos, independientemente de los ingresos y utilidades que llegó a tener la compañía, sueldo
apenas rebasado por el jefe del gobierno territorial que ganaba 336.76 pesos al mes.
Los trabajos de la CCCP se iniciaron con la captación
y engorda de semilla, para lo que construyó una infraestructura en la ensenada de San Gabriel en isla Espíritu Santo, que
constaba de un dique de 500 metros de largo para
transformar la ensenada en laguna (todavía se pueden apreciar hoy sus ruinas) , además de ello hizo un sistema de 36 canales
con esclusas en las que hacía circular agua de mar aprovechando el flujo y reflujo de la marea. En el fondo de estos canales
se colocaron cajas de madera hechas especialmente y que a su vez contenían canastillas de alambre galvanizado a las que llamó
“incubadoras”, que contenían madreperlas juveniles que cuidaba durante seis meses hasta que alcanzaban una talla
de 6 a 8
centímetros de diámetro. Los canales estaban techados con palapas de palma para impedir el paso de la
luz solar.
Posteriormente las ostras eran consideradas como adultas y trasladadas a los arrecifes marinos construidos ex profeso
con grandes trozos de roca transportados en barcos, en sitios donde antes hubo alta incidencia natural de perlas. Una vez
sembradas las ostras, para defenderlas de sus depredadores naturales eran cubiertas con una malla de metal, habilitadas de
una coraza metálica y un corcho para recolectarla después de haber crecido durante tres años, tiempo en que la crianza llegaba
a su fin.
Sobra decir que para evitar el robo y saqueo de posibles buzos furtivos, los bancos perleros eran patrullados por vigilancia
especial todo el año.
Don Gastón llegó a tener hasta cuatro cosechas exitosas por año y se sabe, por el número de conchas recolectadas, que
en un solo año fueron diez millones de conchas, dato que consta en un permiso tramitado para su exportación a Europa donde
las enviaban embaladas en cajas de madera especiales, para que las convirtieran en vistosos materiales como peinetas y botones.
A once años de constituida la CCCP llegó a convertirse
en una importante empresa que tuvo bajo contrato al seis por ciento de la población de La Paz. Las perlas cosechadas eran vendidas directamente por el señor Víves en la ciudad de Nueva
York. Otras en Alemania y Francia, considerados los principales centros comerciales perleros del mundo.
Mientras tanto la tónica de trabajo aplicada por Víves la enfocó en reinvertir sus ganancias en la empresa buscando
acrecentar y mejorar la capacidad e infraestructura instalada, incluso descuidando su fortuna personal, pero de esa forma
pudo extender sus actividades ostrícolas a las islas Cerralvo y San José, donde sólo en 1914 logró una producción perlífera
nunca antes vista.
El éxito logrado y la contratación directa de más de 500 trabajadores, llevaron al señor Víves a incursionar en otras
actividades como la ganadería y la agricultura. Adquirió varias haciendas con la finalidad de sostener y alimentar a su planta
laboral para lo que llegó a tener crías de venado y hasta mil cabezas de ganado en la isla Cerralvo y 2 mil 500 chivos y borregos
en la isla Espíritu Santo.
Por ello en el ámbito socioeconómico la CCCP tuvo una
repercusión e influencia benéfica al ser fuente de riqueza no sólo para sus propietarios, sino para la población en general
porque fue un detonante en la estructura del mercado de consumo local, al generar altos volúmenes de empleo entre la población
de Baja California Sur, sobre todo en La Paz donde se fortaleció
una derrama económica en una cadena de costo – beneficio y consumo.
Don Gastón J. Víves Gourieux llegó a tener una flota de barcos de vapor, incursionó con éxito
en la producción de sal y junto a don Antonio Ruffo, se dedicó a la minería gestionando concesiones asociado con Augusto Fort
y José Inés Esponda, según consta en el Boletín Oficial de la Secretaría
de Fomento del 2 de agosto de 1902. Los méritos de Gastón J. Víves como un hombre emprendedor, quedaron registrados por el
periodista J. R. Southworth que escribió en 1899 que los hombres más prominentes y acaudalados de Baja California Sur eran:
Miguel González, co propietario de la tienda “La Torre Eiffel”;
Antonio Ruffo, comerciante propietario de “La Perla
de La Paz” y el señor Gastón J. Víves, hacendado y empresario
dedicado a la producción ganadera, agrícola, minera, salinera y dedicado a la pesca.