La escalada de la revolución mexicana significó el final para el régimen político liderado por Porfirio Díaz, lo mismo
para el gobierno municipal que encabezó en La Paz Gastón J. Víves, a quien llegó al momento de
su derrumbamiento económico y político sin darse apenas cuenta y perdiéndose así irremisiblemente sus logros científicos que
en ese tiempo le dieron renombre mundial, por las innovaciones e investigaciones realizadas que aportó en el cultivo de ostras
perleras.
Por su éxito como ostricultor e impulsor de un emporio económico, levantó muchos ánimos adversos por su preponderancia
social y política, en muchas personas quienes lo envidiaban por sus logros y que sentían que Víves había afectado sus intereses.
Y en tal caso para julio de 1914, el principal detractor de Víves, Miguel L. Cornejo fue designado gobernador del territorio
sur de Baja California por el gobierno de la república. Cornejo sabía que su enemigo había alcanzado metas que él ni siquiera
habría podido imaginar. Para esa fecha Gastón J. Víves había sembrado más de cuatro millones de conchas para su crecimiento,
de las cuales más de la mitad eran ya adultas, además de tener otros cuatro millones de ostras listas para sembrarse en mar
abierto.
Fue el 18 de julio de 1914 el día nefasto en que todas las ilusiones, esfuerzos y proyectos de Víves se derrumbaron,
cuando Miguel L. Cornejo ya designado coronel del Ejército Constitucionalista y gobernador del territorio, en camino para
desembarcar en La Paz y a la cabeza de una expedición militar
proveniente del estado de Sinaloa, se detuvo e hizo alto en la isla Espíritu Santo para saquear y destruir a punta de pistola
y con lujo de violencia los placeres perleros y las instalaciones de la CCCP,
pretextando una expropiación e incautación de los bienes de la compañía. Destruyó además archivos y libros contables de la
empresa que llegó a su final tras 11 años de existencia.
El nombramiento de Cornejo como gobernador tomó desprevenido a Víves y al enterarse de la destrucción que su detractor
había cometido en las instalaciones de la isla, buscó ponerse a salvo al tener la seguridad de que su archienemigo atentaría
contra su vida o contra su libertad al reconocerlo como abierto porfirista. Para ponerse a salvo, nuestro personaje se fue
a los Estados Unidos desde donde buscó contacto con el gobierno del usurpador Victoriano Huerta y después, con el de Venustiano
Carranza, solicitando que le regresaran los bienes incautados.
Existe un relato en el Museum National d’ Histoire Naturelle – Laboratoire de Biologie des Invertèbres
Marins et Macologie de la ciudad de París, escrito de puño y letra por Víves en un excelente francés, que describe la
forma en que el nuevo gobierno revolucionario incautó y destruyó los bienes y propiedades de la CCCP, al tiempo de saquear y robarse todo lo que encontraron, dinamitando la caja fuerte de su casa
donde tenía guardado dinero y joyas por 150 mil pesos, carta de la que rescatamos lo siguiente:
“... la envidia y la codicia levantadas por el éxito de la CCCP
llevaron a un grupo al mando del coronel Miguel L. Cornejo reconocido como jefe de las fuerzas constitucionalistas, a buscar
el momento que les diera la oportunidad de echarse impunemente a destruir los cultivos perleros, al haberse enterado de que
se habían implantado millones de ostras de madreperla y que en su desesperación por hacerse del mayor número de ellas, destruyeron
los cultivos marinos sin importarles lo escaso del producto logrado. Lo peor es que para eludir las responsabilidades de tal
atropello, pretendieron darle una apariencia de legalidad afirmando que todos los bienes de la CCCP y de su gerente Gastón J. Víves Gourieux, habían sido incautados en nombre del nuevo gobierno....
Atropellando así el derecho de propiedad y aprovechándose de lo ajeno, personas desconocidas se posesionaron de terrenos e
inmuebles para venderlos fraudulentamente a terceras personas extrañas al nuevo régimen político con el consentimiento del
jefe político hasta acabar con todo...”.
Entre lo que se llevaron, aparte de los libros administrativos, pagarés y facturas por cobrar de la compañía, se encontraba
una valiosa biblioteca que contenía más de mil libros de ciencia y literatura en francés, español e inglés, así como mil 500
pesos en efectivo que se encontraban en caja, más lo que lograron de la caja fuerte personal de Víves que dinamitaron.
Así se cerró el capítulo de éxitos del señor Gastón J. Víves, que finalmente regresó a La Paz de su exilio el año de 1917 y radicó en la casa marcada con el No. 19 del paseo del malecón hasta
su lamentable muerte en acaecida una tarde de1939. Murió arruinado y cargando un sinfín de adeudos por pagar.
Es de notarse que Víves fue abandonado por sus amigos y antiguos socios que lo desconocieron al verlo abatido política
y económicamente. Por esos años también murió en el puerto de Mazatlán su hermano Edmond, víctima de un cáncer terminal.
Sin embargo, don Gastón J. Víves guardó hasta el último de sus días la esperanza de reconstruir de nuevo su compañía
ostrícola, buscando socios y capital en el extranjero, cosa que nunca logró. Antes de su muerte anunció y promocionó su patente
y su concesión que tenía registrada a su nombre, que incluía el uso de la tecnología implementada para el cultivo de perla,
buscando venderla para pagar sus adeudos. No logró su objetivo pues nadie se interesó en adquirirla.
En 1939 llega a su final el auge perlero en Baja California Sur y con
ello, se inició el mito de que los japoneses habían llegado a los mares sudcalifornianos de ex profeso para envenenar los sitios donde antes nuestro personaje había cultivado y explotado con rotundo éxito las perlas.
Esto porque ese mismo año y como una rara coincidencia del destino, murieron junto con don Gastón J. Víves Gourieux, todos
los cultivos perleros de las islas San José, Cerralvo y Espíritu Santo.